Empecemos, hace unos fines de semana vinieron a casa la pequeña Julia, Julie, y los Grandpas. Fue un finde muy divertido y por fin tuve mis primeros invitados en mi humilde morada. Hicimos turismo sin matarnos, cervecitas, paseos…vamos, unas minivacaciones. El último día fuimos a un restaurante marroquí que en el que se come francamente bien.

He de decir, que con este restaurante una vez tuvimos un pequeño encontronazo. Habíamos reservado para una hora en concreto, y como llegamos mucho antes, nos dimos una vuelta y nos tomamos una cervecita para hacer tiempo. Al llegar al restaurante, nos dijo que como habiamos llegado tarde (creo que 20-30 minutos) que nos fuesemos a otro sitio, que no se podía llegar tarde a cenar. Y todo esto lo decía con una sonrisa casi insultante. Asi que nos fuimos, peeeeeeeeeeeeeero, eso sirvio para que decidieramos tomarnos una cervecita en un pub irlandés cercano en el que descubrimos que en el piso de arriba los viernes se ponian como 15 personas a tocar música celta.

Bueno, que me enrollo. Total, que ya estabamos todos en el restaurante y pudimos degustar unos platos riquisimos, entre ellos una pastela que estaba de muerrrrrrrrrte. Pedimos agua y nos trajeron dos botellas de solan de cabras de cristal PRECIOSAS y dijimos, esto nos lo llevamos. Pero topamos con el camarero gracioso que nos dijo (cuando protestamos porque se habian llevado una de las botellas) que eran retornables y luego venían a llevárselas. Vamos, que se podrían haber marcado el detalle de dejar que nos las hubiésemos llevado.

Total, que todavía quedaba una botella en la mesa y cuando pagamos, la cogí, la metí en la bolsa y salimos por la puerta. Mientras, iba acordándome de aquel día en el que no nos dejaron entrar.

Y aquí esta la prueba del delito.

solandecabras

Es bonita ¿verdad?

He decir en mi defensa, que hace años me iniciaron en el noble arte de llevarse cosas de bares y restaurantes 😉